El internet y las redes sociales son grandes herramientas para la difusión de autores y nuevos libros, sin embargo, hay quienes se resisten a que la lectura gire en torno a una computadora o dispositivo electrónico y quienes están en contra —incluso— de que las librerías se conviertan en un sitio de reunión donde se habla de todo, menos de libros.
Si bien la señal de internet nos da acceso a un sinnúmero de libros que no están disponibles en nuestro país, y reduce enormemente nuestro gasto en publicaciones, también es cierto que la experiencia de entrar a una librería, sentir el olor a nuevo de los libros y caer en la tentación de llevarse dos o tres, además del planeado, no se cambia por nada.
Esto piensan las autoridades chinas, que han decidido apoyar económicamente las librerías físicas que, además, se enfrentan a las tiendas en línea, lo que ha provocado bajas significativas en sus ventas debido a las rebajas que aquellas ofrecen.
Los usuarios chinos de internet son cada vez más. En la primera mitad de 2016 el país sumó unos 21,3 millones de nuevos internautas. El gigante asiático tiene 710 millones de usuarios, lo que supone 51.7 por ciento de su población, según un informe del Centro de Información de la Red de Internet de China. Por este motivo, ha destinado más de 2 500 millones de dólares a la promoción de librerías afectadas fuertemente por los libros electrónicos y las tiendas virtuales.
Por otro lado, en Londres, con la intención de retomar el propósito de las librerías, varias de ellas procuran selecciones muy cuidadas no solo de novedades, sino de colecciones que van rotando cada mes. Incluso algunas ofrecen salas de lectura donde el único sonido es el de un viejo tocadiscos que suena al fondo, y deja fuera el servicio de café y la señal wifi.
¿Podría hacerse esto en nuestro país? ¿Acaso nuestras autoridades culturales estarían dispuestas a invertir en el resurgimiento de las librerías?¿Sería factible que el concepto de “cafebrerías” desapareciera?
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