niño leyendoFavorecer la conexión de las áreas cerebrales implicadas en el proceso lector, fundamentar el dominio de la lengua ampliando el vocabulario y mejorando la construcción de frases, además de estimular la imaginación, el razonamiento, la memoria y provocar emociones, son algunas de las ventajas que brinda la lectura.

Saber leer no es sólo decodificar grafías y pronunciarlas de manera correcta, sino, fundamentalmente, comprender lo que se lee, es decir, ser capaz de reconstruir el significado global de un texto; esto implica identificar la idea principal que quiere comunicarnos el autor, el propósito que lo lleva a desarrollar su escrito, la estructura que emplea, etcétera.

Para iniciarse en la lectura no hay una edad específica. Los pequeños expuestos a ella, por ejemplo, tienen un desarrollo superior del lenguaje, son capaces de crear imágenes mentales más claras y, a la larga, obtienen mejores resultados académicos.

Leerles a los pequeños fortalece su neurodesarrollo y facilita la creación de circuitos que serán los que más adelante usarán cuando empiecen a leer por sí mismos. Esta predisposición inicial, basada en la costumbre, es fundamental tanto por la imitación como por el hábito y la normalización. Esta preparación y acercamiento de los niños a lecturas apropiadas es casi una garantía para obtener no solo habilidad lectora, sino amor por los libros.

La lectura es una actividad múltiple. Cuando leemos —y comprendemos lo que leemos—, nuestro sistema cognitivo identifica las letras, las transforma en sonidos, construye una representación fonológica de las palabras, accede a sus múltiples significados, selecciona un sentido apropiado para el contexto, asigna un valor sintáctico a cada palabra, elabora el significado de la frase para darle sentido global al texto y realiza inferencias basadas en su conocimiento del mundo.

Desafortunadamente, solo en pocas ocasiones la educación formal se encarga de enseñar la comprensión en la lectura, más bien la aplica como demanda que se le plantea al estudiante, el deber “comprender” y el deber “entender”. Este descuido en la formación de hábitos de lectura hace que con frecuencia nos encontremos con estudiantes que no comprenden lo que leen. Los buenos lectores se hacen preguntas e intentan responderlas. Saben que la lectura es la herramienta para acceder a cualquier conocimiento y una actividad que siempre les dará ventajas en un mundo en cambio constante.

El camino para la construcción del hábito de la lectura no es sencillo, por eso deben tomarse en cuenta aspectos como la selección de los textos, que deben ir de acuerdo a la edad, gustos e intereses de los lectores. Ofrecer textos demasiado complicados o sencillos implica el riesgo del abandono.

La formación de un nuevo lector empieza en el nicho familiar, donde los padres y el entorno se encargan de indicar, orientar, conducir y educar, según su propia perspectiva, y lo preparan para la inserción social logrando en ellos actitudes y aptitudes para el entorno sociocultural, es decir, dirigido hacia un aprendizaje.

A modo de resumen, la receta para “cocinar” un buen lector es una familia con hábito lector, apoyar en la edad escolar para incrementar las habilidades lectoras e incentivar la curiosidad. Finalmente, la industria editorial está obligada a generar un ambiente “bibliodiverso” y de calidad para que la lectura sea una opción de entretenimiento.